miércoles, febrero 12

Egipto y la Justicia I - La Geografía Sagrada


Todo el mundo admira las pirámides, todos nos asombramos ante los increíbles tesoros artísticos egipcios de los museos. Sin embargo la mayor revolución, el mayor avance civilizador, no consistió en eso, sino en la Justicia. Éste fue el auténtico milagro egipcio. Pero antes de abordar en profundidad este tema hay que precisar primeramente que entendemos por Justicia y que entendemos por Egipto.

¿Y qué es Egipto?

Egipto es un nombre que en cierto momento histórico llegó a ser sinónimo de “misterio”, y de alguna manera permanece asociado esa idea hasta nuestros días. ¿Pero, cómo puede seguir siendo así cuando todos podemos extraer una gran cantidad de información a través de libros, de Internet, e incluso contemplar y verificar su geografía al detalle? Esto es así porque hay dos Egiptos, uno el que aparece en cualquier enciclopedia, y otro Egipto, al que nos referimos ahora y que es bien diferente, un Egipto que no está en los mapas al uso: es el Egipto Sagrado, o sea su Geografía Sagrada y profunda aún no bien entendida.


¿En qué consiste esta Geografía Sagrada? Si, por ejemplo, alguien camina por una de las calles de nuestras ciudades modernas no se perderá porque sabe orientarse, tomará como referencia la presencia de un río, o de una montaña, o quizás conoce por dónde sale y se pone el sol, o podrá consulta un mapa, también  puede consultar la hora o la fecha en su reloj o en su móvil, etc. Esta es una simple orientación temporo espacial sin mayor importancia, le sirve para ir de un sitio a otro y llegar a tiempo a una cita, es un tipo de orientación utilitaria.

Pero cuando ese mismo hombre es capaz de relacionar al mismo tiempo las direcciones del espacio y el tiempo con todo el cosmos, cuando las relaciona con los dioses en los que cree y con toda la naturaleza presente, y con los ciclos del tiempo a los que él pertenece, y además es capaz de integrarlo también con su geografía interior, entonces la geografía utilitaria se convierte en Geografía Sagrada.

Da igual entonces que se esté en una calle importante o en un callejón secundario, en medio de un monte o un valle, porque en todo momento sentirá una conexión especial con lo sagrado, así cuando llegue el solsticio de invierno, sabrá, tal como la tradición le habrá enseñado, que llega un momento especial, y no tendrá la sensación de vivir en una calle vulgar ni en un tiempo cotidiano, sino en un lugar y tiempo conectado con algo más grande. Y cuando llegue el Equinoccio de Primavera, y una fuerza misteriosa despierte la vegetación y la vida animal, sabrá que el eterno ciclo de la vida comienza de nuevo, y sabrá también que él mismo morirá y renacerá, y que a cada noche del alma le sucede un día lleno de vida y oportunidades.

Egipto, ese Egipto Sagrado, era una cápsula en el tiempo, un módulo aparte de todo y al mismo tiempo, curiosamente, conectado con el Todo. Enmarcado por el Mediterráneo al norte, por el África negra al sur, ambos conectados por el sagrado río Nilo, y arriba en el cielo el Nilo Celeste, o sea la Vía Láctea de la cual el río terrestre no era más que su imagen discurriendo entre el desierto del este y del oeste, o la llegada a la vida y la partida de este mundo.

Vía Láctea y Río Nilo
Estas relaciones eran muy importantes en la mentalidad del egipcio antiguo, quien vivía en una cápsula direccional, mitológica y simbólica, dentro de un tiempo sagrado. Porque con cada nuevo faraón el calendario comenzaba de nuevo en el año primero, repitiéndose así la historia de los inicios. Siempre se volvía a los comienzos, esta es una constante de la mentalidad egipcia. Los inicios del tiempo se constituyen así el modelo arquetípico al que siempre se intenta volver para restaurar el mundo.

Nosotros, por el contrario, siempre vivimos con la sensación de que el progreso es muy importante, todos los políticos y diseñadores sociales nos hablan de ello, todos prometen progreso y si este no se produce es motivo de crítica. Para los antiguos egipcios la idea del progreso no existía, para ellos desde el principios de los tiempos todo había sido establecido de acuerdo con Maat, la Justicia, la Regla y el Orden. Todo era perfecto en los comienzos, y el progreso consistiría en alejarse de la decadencia volviendo de nuevo a Maat, a los inicios. No había pues esa ansiedad característica del hombre moderno por conquistar más, por más progreso, sino que por el contrario para el egipcio antiguo había que preservar la perfección que se tenía en los comienzos, el estilo de vida que nunca cambiaba, la relación constante con Ta Mery, la Tierra Amada.

Veamos en más detalles en qué consistía esa cápsula dorada en el tiempo y en el espacio. Nosotros, por ejemplo, sabemos dónde está Madrid o nos han explicado donde está París y podemos viajar hasta allí siguiendo nuestros mapas. Pero eso muy distinto de nadar o navegar en el Nilo, sintiendo que hay otro Nilo arriba, o sabiendo que el desierto era de Seth, y que las aguas que nos mojan y revitalizan son de Osiris, o que cada una de las direcciones del espacio está guardado por una diosa protectora, que con sus amuletos me protegen en mi viaje. El egipcio que caminaba en esa época plantaba sus pies en un mundo sagrado, y por eso el Egipto que vemos en los mapas no era su Egipto, sino otro imaginario y mágico que todas las personas podían vivir y sentir.

Cada una de las direcciones del espacio estaban relacionadas con cada uno de los elementos, tierra, agua, aire y fuego, con las constelaciones regidas por dioses, e incluso cualquier construcción  nueva, por ejemplo la de un templo, tenía que tener en cuenta estas relaciones. Así había una ceremonia especial llamada “La Extensión de la Cuerda” que era ejecutada por el faraón ayudado por la diosa Seshat para establecer los cimientos de un nuevo templo.
En los jeroglíficos que acompañan la imagen leemos: “Sostengo la estaca y el mango del cetro y la cuerda de medidas con Sesaht, vuelvo mis ojos hacia el movimiento de las estrellas, dirijo mi mirada al Muslo del Toro (la Osa Mayor), mido el tiempo, y establezco las 4 esquinas del templo”

Esta era una ceremonia que se hacía siempre que se hacia un nuevo edificio. Y Seshat era la diosa que acompañaba siempre al faraón para la establecer las medidas correctas para ubicarse en ese tiempo y geografía sagrada.

Seshat es una diosa muy curiosa, era la diosa de las matemáticas, de la armonía y de las proporciones. ¿Para qué hacía falta? ¿Para qué era necesario su conocimiento y protección? Su símbolo lo explica. Estaba conformado por 7 pétalos, que se refierían a las 6 direcciones del espacio, siendo la séptima la dirección a lo sagrado y a lo interior, la dirección más importante para los seres humanos y para los templos dedicados a los dioses.


Y para remarcar esta idea, este acceso a lo sagrado, este símbolo de la diosa se completaba arriba con un jeroglífico representando una especie de cuernos invertidos, “uat pet”, que significaba la “apertura del cielo”, o sea la séptima dirección que nos conecta con lo celeste. Y el cielo, no era solo el firmamento celeste, sino también ese otro firmamento humano que es lo superior en nosotros mismos, nuestras ideas y aún más nuestros ideales. Todo esto no es extraño cuando sabemos que Seshat era la esposa, o sea la parte diríamos femenina del dios Thoth, el dios de la Sabiduría.

Así esta relación entre lo celeste y Egipto no sólo se limitaba a los templos, sino que también las ciudades y toda la geografía también se relacionaba con ello. Algunos egiptólogos como Georges Daressy estudiaron estas correspondencias y comprobaron que la localización de las ciudades en el Valle del Nilo se correspondía con la de las constelaciones y estrellas celestes. Sus respectivas posiciones seguían la corriente de ese otro gran Nilo Celeste, la Vía Láctea.

Hasta el siglo XIX no se llegó a explorar el auténtico origen del río Nilo en el Lago Victoria, compartido por Tanzania, Uganda y Kenia.  No obstante para los egipcios el comienzo mítico del río Nilo se sitúa en la isla de Bigeh situado en Aswan, junto a la primera catarata y al lado de la isla de Philae. Esta atribución de los egipcios a este lugar como origen mítico del río no se debe a ignorancia; cualquier visitante hoy en día de estos lugares puede observar como el río procede de aguas arriba.

Al fondo Philae, en primera línea Bigeh
Este origen es otro ejemplo de la Geografía Sagrada del Antiguo Egipto: esta isla de Bigeh era el lugar donde se suponía enterrado el Muslo de Osiris, o sea era el lugar donde la constelación del Muslo, la Osa Mayor, estrechamente relacionada con Osiris, se reflejaba. Por tanto toda la energía celeste de esta constelación osiriana dotaba de su cualidad al lugar mágico de nacimiento del Nilo Sagrado. Esta relación con Osiris es muy importante, porque para los egipcios no era un dios más, sino la misma idea del renacimiento, de la promesa resurgimiento periódico de la naturaleza y del mismo hombre. Anualmente, durante el periodo de la inundación, las aguas vivificantes del Nilo les recordaba ese poder de resurrección de Osiris y de la vida infinita.

Hemos definido un poco ese concepto de Egipto Mágico y de su Geografía Sagrada, y ahora nos toca definir el segundo término del que hablábamos al comienzo: la Justicia. Pero eso lo dejaremos para otro artículo.

Mientras tanto,

¡Vida, Prosperidad y Salud!