viernes, octubre 2

Osiris, el hombre

 Osiris, el hombre


Se le suele llamar al Osiris el Juez de los Muertos, y en realidad no es totalmente correcto ese punto de vista. Porque el Osiris del Libro de los Muertos, extrañamente permanece en silencio, no dictamina, no pronuncia ni siquiera una palabra de aceptación o rechazo en todo el texto. El es una presencia, un concepto abstracto, se le suplica, se espera de él su ayuda, se habla de como él fue justificado, pero nunca expresa sus deseos propios, salvo por la boca del difunto, convertido en un Osiris. 

Se dice de él que nació y está enterrado en varios sitios, sus capillas se multiplican. ¿Fue un absurdo aceptado tácitamente, como forma de ocultar, en el medio de la multiplicidad, los sitios sagrados? ¿O siendo meramente un concepto entendían pues que éste se manifestaba en muchos lugares? 

Olvidamos frecuentemente que coexisten 3 fases en Osiris: el hombre, el Iniciado y el dios. Solo el segundo participa del concepto abstracto, mientras que el dios tiene sus funciones reconocidas, su culto establecido, su lugar en el panteón, y el hombre forma la base sobre la que se construyó parte del mito.

No mucho sabemos del hombre, las leyendas insisten en que fue un rey que vino de otro lugar, que se convirtió en Rey de Egipto, en una época en la que según el relato de Plutarco, bastante deformado después de varios miles de años, los habitantes del país vivían en un estado semisalvaje en que se practicaba el canibalismo. Eso nos indicaría un pasado muy remoto, puesto que no aparecen huellas de tal práctica, incluso en el Egipto predinástico.

Osiris trajo la civilización, enseñó a cultivar y recolectar y alimentarse de ello, les enseñó a plantar la vid y hacer vino y a obtener cerveza de la cebada. Pero además les enseñó cómo establecer los rituales sagrados, cómo relacionarse con los dioses, la música, y sobre todo a regirse por leyes. 

Isis se convierte en su mujer. Posteriormente es dejada a cargo del país, porque Osiris decide emprender un viaje para civilizar otras partes del mundo. Hasta aquí la leyenda se asemeja a otras muchas, esparcidas por doquier, donde la civilización no es sólo el fruto de un descubrimiento progresivo, sino de las enseñanzas de alguien superior, que quizá representa a toda una colectividad, y que actúa como un acelerador del lento proceso. Cabe mencionar similares leyendas en otras culturas, como las de Oannes, Viracocha, Quezatcoatl, Bochica, etc., donde de nuevo nos encontramos con el civilizador que viene de allende los mares.

La Arqueología podría argumentar que en los yacimientos se encuentran restos que testimonian un progreso escalonado que puede  describirse. Sin entrar en polémicas, sobre las que se podría escribir bastante, hay que señalar un hecho fundamental. La civilización, con todo lo que ello implica, leyes, escritura, servicios religiosos, etc., es algo que aparece en muchos ejemplos como una especie de erupción, no es meramente el resultado directo de la acumulación constante de nuevos elementos, descubrimientos, avances en las formas de construcción o en la eficiencia de las armas, sino que más bien aparece como consecuencia de un fermento añadido a una base ya preparada para recibir la antorcha civilizatoria. 

En Egipto lo anterior es aún más evidente, la civilización egipcia, tras una larga evolución que puede describirse en cada uno de sus estadios, aparece un cambio radical y una explosión civilizadora y creativa que no puede meramente explicarse por los antecedentes previos.

¿Cuál pudo ser el origen de la civilización osiriana? Hay dos hipótesis fundamentales: la vía occidental y la oriental.

Vía Oriental:

Respecto a la posibilidad de un origen en el Este, existen pruebas de contactos en períodos arcaicos entre Egipto y las culturas mesopotámicas. La propia tradición egipcia reclama tener su origen en el país del Punt, al que llamaban “la tierra de los dioses” y que sitúa hacia el Este. Esta ha sido identificada algunas veces con Somalía o Etiopía, pero lo cierto es que los restos que allí aparecen no nos podrían hacer pensar en tal origen, especialmente cuando se menciona en el Libro de los Muertos que hay secretos "que ni los sabios del Punt" podrían descifrar. 

Y sin embargo el país del Punt no era algo imaginario, pues en tiempos históricos se llegó a organizar varias expediciones al mismo. De allí se trajeron cargamentos que incluían el árbol del incienso e incluso monos. La expedición fue marítima a través del Mar Rojo, por ello algunos autores suponen que se tratase de algún área en relación a la Península Arábiga, donde tampoco se encuentran tales restos. 

Lo que si es un dato curioso es que partiendo desde el cuerno de Somalia y dirigiendose al Mar Arábigo existen una serie de corrientes que llevan hasta la India, y al mismo tiempo contracorrientes estacionales que llevan de retorno (en el mapa flechas con un circulo pequeño en medio)


Un extraño dios dentro del panteón egipcio es Bes, se cree que es de origen oriental, y los textos lo relacionan con la tierra del Punt. Toda la antigüedad clásica llamaba a los egipcios etíopes occidentales, por contraposición a la Etiopía Oriental que era la India. Las recientes excavaciones en Mohenjo Daro, en el norte de la India, en lo que se denomina cultura Harappa, datada en unos 1500 a 2000 A.C. en su momento de máximo apogeo, pero mucho más antigua en su origen, quizá más de 6000 años, califica ésta cultura como pre-aria o quizá dravídica.

Su lenguaje es de tipo logográfico como el jeroglífico, posee unos 400 signos conocidos. Entre ellos encontramos algunos como en el siguiente sello que sorprende por su semejanza a algunos jeroglíficos egipcios. En su sistema de símbolos numéricos utilizaban lineas verticales añadidas al ideograma que se contaba, como en los jeroglíficos. Esta cultura parece relacionarse con el lenguaje dravídico que se hablaba sobre todo en el sur de la India, pero que se extendió en otro tiempo por el Norte e incluso alcanzó Pakistán.

Étnicamente no se puede encontrar pueblos más parecidos a los egipcios que los pueblos de la India. Todo ello, aunque no son más que hipótesis, pudiera señalar un origen más hacia el Este, y quizá por vía marítima de al menos una parte de la población de Egipto. 

Kulluka-Bhatta, antiguo historiador hindú, sobre el que los sanscritistas no se ponen de acuerdo, situándose entre el 2000 AC hasta la época del Emperador Akbar, comenta en su “Historia de la India”:

“Bajo el reino de Vishvamitra, primer rey de la dinastía Somavansa, Manu Vena, heredero de los antiguos reyes, abandonado por los Brahmanes despues de cinco días de batalla, emigró con todos sus compañeros, pasando a través de Arya (Irán) y los países de Barria (Arabia), hasta llegar a las orillas de Masra...

Masra, Masr y Misr son los nombres árabes aplicados a Egipto, así como Misraim es su nombre judío. La raíz árabe MSR, se refiere a un lugar construido o civilizado.

El egiptólogo Brugsch-Bey comenta que:

“Bajo el nombre de Punt, los antiguos habitantes de Egipto entendieron una tierra distante, bañada por el océano, lleno de valles y colinas, abundante en ébano y otras maderas escogidas, en incienso, bálsamo, metales y piedras preciosas; rico también en bestias, puesto que había allí jirafas, leopardos, panteras, orangutanes y monos con largas colas”.

Curiosamente el dios Amón de Tebas dice ser un "puntita" o sea que procede de Punt o Pune, y dice "mi corazón se purifica allí" y dice que se encuentra justo enfrente por donde surge el sol. Curiosamente en "pune" significa purificación, y se corresponde con una región que está "enfrente" de Luxor.



Vía Occidental:

La hipótesis de un origen occidental tampoco se descarta, algunos autores estiman que Osiris tiene un origen libio, y algunos estudios etnológicos y forenses sobre las momias demuestran la existencia al menos en las capas superiores de la población de un tipo racial que lo aproxima bastante al Cromañón puro, del que se encuentran testimonios en el Aurignac francés, en el País Vasco, y en las Islas Canarias, cuyas formas de enterramiento guardan ciertas semejanzas con las de los periodos predinásticos. 

Los tuaregs que habitan toda la zona desértica desde Egipto hasta el Atlántico, representan un tipo bien diferenciado y aparte del berebere, parecen ser los testigos vivientes de antiguas rutas de comunicación a través del Desierto del Sahara, desde la costa atlántica hasta el desierto líbico, pero en ese caso nos llevaría la temida hipótesis, no hay otra forma de llamarla, de un continente intermedio entre América y África-Europa, la famosa Atlántida.

No es este lugar para ahondar en dicha polémica, pero baste recordar que Platón sitúa en el año 9564 A.C. la desaparición de la relativamente pequeña isla de Poseidonis, último resto del gran continente, y los geólogos muestran que los últimos periodos de glaciación ocurren en la misma época, debidos a cambios en la corriente del Golfo, que libre ya y sin obstáculos alcanzó el continente europeo.

Recientes exploraciones submarinas en el mediterráneo han demostrado la existencia de cavernas bajo el agua, situadas a unos 25-30 metros, que estuvieron habitadas por el hombre, y cuya antigüedad se estima en unos 10.000 años. Los geólogos datan la erosión de las rocas de la Esfinge de Gizah en unos 8500 a 10000 años A.C. En fin, los datos se acumulan de forma constante, por no hablar de la famosa polémica acerca de la presencia de nicotina en las momias, pero falta todavía la demostración de la existencia real de dicho continente, claro que nunca se encontrará lo que no se busca, y sobre todo a lo que se le tiene miedo: hay que proteger el salario, encontrar un confortable sillón en una cátedra no es algo que se pueda conseguir todos los días.

Continuará

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